La sociedad española está formada por más de 47 millones de personas, un universo plural y diverso en el que convivimos seres humanos de diferentes géneros, orígenes, rasgos, capacidades o culturas. Del total, casi 24 millones de personas son mujeres (un 51 %). En España, la población de origen extranjero supone el 11 % del total, con prácticamente el mismo número de hombres y de mujeres.

Cuando hablamos de empleo, tanto de acceso como de promoción, se constata una clara desventaja en la situación de la mujer extranjera.

El género y el origen son variables decisivas en las situaciones de desigualdad de las mujeres de origen migrante, así como en sus condiciones de vulnerabilidad social, laboral y doméstica.

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Brecha de género

La realidad nos muestra que existe una importante brecha de género, que se puede observar muy especialmente en los índices de desempleo y en los salarios. Junto a la brecha de género actúa la diferencia según el origen, en función de si se trata de una persona nacida en España o de origen extranjero.

Las mujeres migrantes sufren más el desempleo y cobran salarios más bajos.

Cuando hablamos de las formas de discriminación que deben enfrentar las mujeres migrantes tenemos que hablar de discriminación interseccional o discriminación múltiple, que se produce cuando diferentes factores de discriminación se mezclan, se combinan y generan nuevas formas de discriminación.

Junto a la discriminación por motivos de género, por origen y por su condición social como migrante, pueden darse otros rasgos de identidad (edad, orientación sexual, nivel educativo, etc.), que también pueden generar discriminación. La mirada interseccional toma en cuenta todos los factores que pueden generar discriminación y que desembocan en particulares formas de rechazo y marginación social.

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Discriminación interseccional

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Sectores de ocupación

El sector que emplea a una mayor cantidad de trabajadoras migrantes es el de las llamadas ‘operaciones elementales’, a las que se dedican el 40 %. A continuación, hasta un 34 % de ellas trabajan en servicios de restauración, cuidados o como vendedoras. Entre ambos sectores se ocupan el 74 % de las mujeres migrantes. Solo el 8 % de ellas se dedican a profesiones científicas o intelectuales; el 6 % a trabajos administrativos y únicamente el 2 % ocupan cargos directivos o gerentes.

Las mujeres migrantes experimentan a menudo un sensible descenso en su estatus social con respecto al que tenían en su país de origen, al ocupar puestos muy por debajo de sus capacidades y cualificación profesional.

Las estadísticas muestran que hasta un 22 % de las mujeres de origen extranjero que tienen estudios universitarios trabajan en el sector de las llamadas ‘ocupaciones elementales’. En contraste, únicamente el 2 % de las mujeres españolas con estudios universitarios ocupan este tipo de trabajos. Esta realidad lleva aparejada con frecuencia una gran sensación de frustración.

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Sobre-cualificación y pérdida de estatus

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Trabajo doméstico

El 43 % de las mujeres que se emplean en el servicio doméstico es de origen extranjero. Este sector, feminizado hasta el extremo, ha sido abandonado en las últimas décadas por las mujeres autóctonas y ha recaído progresivamente sobre las trabajadoras de origen extranjero, que, dada la oferta de empleo existente, lo perciben como una puerta de entrada al mercado laboral.

Sin embargo, y pese a su importancia en términos de cohesión social, el servicio doméstico (mantenimiento del hogar y cuidado de personas) se ve afectado de manera decisiva por la falta de consideración social. Soporta, en consecuencia, características poco deseables, como su situación de desregulación, el alto índice de empleo sumergido e irregular, su invisibilidad, extrema precariedad, así como la indefensión y vulnerabilidad de sus trabajadoras.

Las condiciones de trabajo para las mujeres migrantes se caracterizan en términos generales por presentar una vuelta de tuerca en cuestión de precariedad. Lo hemos visto en los salarios, en las formas de discriminación y en los sectores de empleo, pero hay más. Aquí algunas conclusiones de la Encuesta Nacional de Trabajo (2015):

  • Las mujeres migrantes se ven obligadas más a menudo a tener más de un empleo y a trabajar seis días por semana.
  • Tienen más difícil conseguir alguna hora libre en el trabajo para asuntos familiares o personales.
  • Pueden trabajar menos en equipo y tienen menos oportunidad de planificar su trabajo.
  • Sufren más frecuentemente situaciones de acoso sexual y atención sexual no deseada.
  • El 62 % de las mujeres migrantes afirman que les cuesta llegar a fin de mes.
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Condiciones de empleo

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Trata de seres humanos con fines de explotación

Las mujeres migrantes se enfrentan también a una gravísima forma de violencia: la trata de seres humanos con fines de explotación. Considerada la esclavitud del siglo XXI, la trata de seres humanos afecta a más de 40,3 millones de personas en el mundo. El 49 % de las víctimas de trata son mujeres y otro 23 % son niñas.

La trata de seres humanos se manifiesta en forma de explotación sexual, laboral, a través de fenómenos como los matrimonios forzosos y el tráfico de órganos, o de la explotación del ejercicio de la mendicidad. Es un fenómeno muy ligado a los movimientos migratorios, que hunde sus raíces en la pobreza, la injusticia y la desigualdad social y que encuentra sus víctimas entre las personas que deciden emigrar en busca de una vida mejor.

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