Las mujeres migrantes se enfrentan con una serie de barreras y dificultades para conseguir su inserción laboral en España. Algunas son derivadas del hecho de que son mujeres; otras están relacionadas con su condición de inmigrantes y hay barreras que son consecuencia de la mezcla de ambas circunstancias e incluso algunas más (como la edad, la religión o la clase social). Esta es la coctelera de la discriminación:
Barreras por ser migrantes
La falta de dominio del idioma de la sociedad de acogida es la primera gran barrera a la hora de encontrar un trabajo. A esta barrera se une el desconocimiento de la cultura, costumbres o códigos de la sociedad de acogida. Cuanto más acogedora sea la sociedad, menor será la altura de esta barrera.
Cuando se carece de recursos, la búsqueda de empleo se hace mucho más difícil por aspectos como el precio del transporte, el acceso a un ordenador o a una conexión a Internet. Las posibilidades de mejora también se reducen por las condiciones de precariedad de los empleos que consiguen.
Las personas migrantes se enfrentan a situaciones discriminatorias por su origen racial, étnico o nacional en su proceso de búsqueda de empleo. Se enfrentan a los prejuicios, tópicos y estereotipos que recaen sobre un colectivo muy heterogéneo. Y, finalmente, a la xenofobia o rechazo al extranjero.
La experiencia migratoria lleva aparejada procesos psicológicos complejos de sufrimiento y pérdida, de frustración y ajuste de expectativas; de descenso de estatus social y de discriminación que son dolorosos y desgastantes y se convierten en una barrera más.
No se puede trabajar de forma regular, ni figurar como demandante de empleo las dificultades para la obtención y renovación de los permisos de trabajo y residencia constituyen una dificultad clave para cualquier migrante. Sin permiso de trabajo.
Los procesos de homologación y convalidación de títulos son largos, complejos y farragosos. Esto es así por la dificultad de conseguir la documentación en el país de origen; por los dilatados plazos para la resolución de cada expediente y por los costes que conlleva el proceso para personas en situación precaria.
La ausencia de redes familiares y sociales de apoyo hace mucho más difícil superar un momento de apuro. La falta de contactos personales y profesionales complica de forma muy obstinada las opciones de inserción.
Fruto de la discriminación, el recorrido profesional y formativo de las personas migrantes en sus países de origen no se toma en consideración o se ve devaluado, no valorado justamente.
Barreras por ser mujeres
Sociedad patriarcal
Sociedad patriarcal
El patriarcado podría definirse a grandes rasgos como el sistema sociopolítico y cultural en el que el género masculino ejerce dominio y supremacía sobre otros géneros y particularmente sobre el género femenino.
La sociedad patriarcal -nuestra sociedad– es fuente de discriminación hacia las mujeres en todos los ámbitos.
Discriminación racial
Misoginia y discriminación machista
La misoginia es la aversión, rechazo u odio hacia las mujeres, que se enfrentan en su día a día a situaciones discriminatorias, actitudes y comportamientos machistas que las penalizan también en el ámbito del empleo.
Estereotipos
Estereotipos y segregación
La distribución desigual de mujeres y hombres en los diferentes sectores y ocupaciones profesionales está íntimamente ligada a los roles de género. A partir de estos estereotipos, apuntalada desde la infancia, las mujeres tienen muy difícil emplearse en sectores o actividades consideradas ‘masculinas’.
Conciliación familiar
Conciliación familiar
En el ámbito familiar, la mujer sigue sosteniendo la mayor parte del peso del trabajo de cuidados y mantenimiento del hogar. Además, el mercado de trabajo continúa penalizando a la mujer por ser madre, a través de las consecuencias que se derivan de embarazos, bajas de maternidad o lactancia.
Brecha de género
Brecha de género y precariedad
Las mujeres presentan menor tasa de actividad; cobran peores salarios que los hombres; sufren un mayor desempleo; desempeñan trabajos menos valorados y peor pagados; tienen más contratos parciales y precarios, dedican más tiempo al trabajo no remunerado y, finalmente, reciben pensiones más bajas.
Promoción difícil
Promoción difícil
Fenómenos como el ‘techo de cristal’, o la barrera invisible que impide a tantas mujeres cualificadas promocionar hacia cargos de mayor responsabilidad; el ‘techo de cemento’, o límite que se acaban imponiendo algunas mujeres ante el elevado coste personal de una posible promoción; o ‘suelo pegajoso’, que se refiere a las dificultades para salir de los trabajos más precarios y feminizados.
Acoso sexual
Acoso sexual
Aún hoy permanece oculto, pero el acoso sexual continúa siendo una realidad y el miedo al despido, las relaciones de poder, la falta de apoyo en la empresa o los sentimientos de impotencia y culpabilidad de la víctima, así como la percepción de impunidad para el agresor no hacen sino apuntalar un fenómeno muy grave.
Barreras por ser mujeres
Sociedad patriarcal
Sociedad patriarcal
El patriarcado podría definirse a grandes rasgos como el sistema sociopolítico y cultural en el que el género masculino ejerce dominio y supremacía sobre otros géneros y particularmente sobre el género femenino.
La sociedad patriarcal -nuestra sociedad– es fuente de discriminación hacia las mujeres en todos los ámbitos.
Discriminación racial
Misoginia y discriminación machista
La misoginia es la aversión, rechazo u odio hacia las mujeres, que se enfrentan en su día a día a situaciones discriminatorias, actitudes y comportamientos machistas que las penalizan también en el ámbito del empleo.
Estereotipos
Estereotipos y segregación
La distribución desigual de mujeres y hombres en los diferentes sectores y ocupaciones profesionales está íntimamente ligada a los roles de género. A partir de estos estereotipos, apuntalada desde la infancia, las mujeres tienen muy difícil emplearse en sectores o actividades consideradas ‘masculinas’.
Conciliación familiar
Conciliación familiar
En el ámbito familiar, la mujer sigue sosteniendo la mayor parte del peso del trabajo de cuidados y mantenimiento del hogar. Además, el mercado de trabajo continúa penalizando a la mujer por ser madre, a través de las consecuencias que se derivan de embarazos, bajas de maternidad o lactancia.
Brecha de género
Brecha de género y precariedad
Las mujeres presentan menor tasa de actividad; cobran peores salarios que los hombres; sufren un mayor desempleo; desempeñan trabajos menos valorados y peor pagados; tienen más contratos parciales y precarios, dedican más tiempo al trabajo no remunerado y, finalmente, reciben pensiones más bajas.
Promoción difícil
Promoción difícil
Fenómenos como el ‘techo de cristal’, o la barrera invisible que impide a tantas mujeres cualificadas promocionar hacia cargos de mayor responsabilidad; el ‘techo de cemento’, o límite que se acaban imponiendo algunas mujeres ante el elevado coste personal de una posible promoción; o ‘suelo pegajoso’, que se refiere a las dificultades para salir de los trabajos más precarios y feminizados.
Acoso sexual
Acoso sexual
Aún hoy permanece oculto, pero el acoso sexual continúa siendo una realidad y el miedo al despido, las relaciones de poder, la falta de apoyo en la empresa o los sentimientos de impotencia y culpabilidad de la víctima, así como la percepción de impunidad para el agresor no hacen sino apuntalar un fenómeno muy grave.
Barreras por ser mujeres migrantes
Cuando se dan cita diferentes factores de discriminación, se combinan y generan una nueva forma de discriminación. Las mujeres migrantes se enfrentan a la discriminación por razones de género, pero también a discriminación por su origen, por su condición social de inmigrante o por sus creencias religiosas.
Existe un elevado número de familias sostenidas por mujeres migrantes para quienes la búsqueda de empleo o el acceso a la formación se convierten en una tarea heroica al tener que sostener al mismo tiempo todo el trabajo doméstico y de cuidado de los hijos e hijas.
Se utiliza esta expresión para hablar de la concentración de población inmigrante en determinadas ocupaciones del mercado laboral. Si añadimos la variable de género, observamos sectores, muy precarios, con presencia mayoritaria de la mujer migrante, como el servicio doméstico o el cuidado de mayores y niños/as.
La pobreza, la situación administrativa, la dependencia del empleador para seguir adelante con su proyecto vital o la falta de redes familiares, entre otros factores, sitúan a las mujeres migrantes en una situación de extrema necesidad y de extrema vulnerabilidad ante un trato injusto y posibles abusos.
La llamada esclavitud del siglo XXI o trata de seres humanos está estrechamente ligada a las migraciones. El 49 % de sus víctimas son mujeres; un 23 % más son niñas. La trata de seres humanos es una de las caras más duras de la violencia y la explotación a las que se exponen las mujeres migrantes.